Diez de la noche
bajo el alero de esta esquina.
No llueve siquiera.
Sopla algo de brisa
sí
mas no para justificar tus manos en los bolsillos
tu dorso recostado al muro
esta quietud
hoy cuando la luna
como una niña disgustada
le da la espalda al pobre mundo.
Así solo
la mirada en el sardinel
en la tiniebla de tu corazón
late tu alma
dispuesta.
-Ah, las grandes preguntas...
¿Qué maravilla aguardas,
iluso?
De repente porque sí
desnudo sobre su bicicleta
viene un muchacho:
frente a ti se detiene
-las palmas sobre el manubrio
el tobillo alado sobre el pedal
y bajo un manojo de sus cabellos
su dulce mirada te inquiere malicioso...
-¡Vamos, alucinado!
Es tarde ya:
vete a casa.