Para esa piel suave
y ya madura como bellas
frutas de los paraísos
mis labios no dicen
ellos no conocen
su justo nombre
pues no han de serlo
las palabras frías
con que nombran nuestro cuerpo
los maestros
ni los tontos eufemismos
cuando mamá te bañaba
quizás las bellas
arrogantes palabras
con que me enseñas tu fuerza
enfundando en tu mano la bragueta...
Más bien
estos rumores de mi aliento
- o
mi corazón perplejo
frente a tu pantalón caído